¡No puedo quedarme! exclamó Gisela. ¡Por lo que más quiera, no me lo pida!
¿Y si no te dejo ir? preguntó Lord Quenby.
Y entonces, antes que Gisela pudiera contestar, él la había tomado en sus brazos y la oprimía contra su pecho, mientras su boca buscaba la de ella.
Con un esfuerzo sobrehumano, ella lo empujó suavemente y exclamó:
¡No! Es inútil. Debo marcharme ahora.
Levantó la vista al decir eso y vio cómo la ternura y el amor que había visto en el rostro de él eran sustituidos por la máscara de un extraño...
¿Y si no te dejo ir? preguntó Lord Quenby.
Y entonces, antes que Gisela pudiera contestar, él la había tomado en sus brazos y la oprimía contra su pecho, mientras su boca buscaba la de ella.
Con un esfuerzo sobrehumano, ella lo empujó suavemente y exclamó:
¡No! Es inútil. Debo marcharme ahora.
Levantó la vista al decir eso y vio cómo la ternura y el amor que había visto en el rostro de él eran sustituidos por la máscara de un extraño...
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