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Barbara Cartland

La Dama de Gris.

—Está a salvo y eso es lo único que importa —dijo Sir Robert con voz grave y profunda. Los ojos de él se posaron en ella y Lorraine sintió que un temblor recorría su cuerpo. Esquivando aquella irresistible mirada bajó los ojos y, en medio de su turbación lo escuchó decir:
—¡Eres tan adorable, tan perfecta!
Incapaz de soportar la intensidad de sus sentimientos, volvió la cabeza y la ocultó en el hombro de Sir Robert. El la estrechó contra sí y su corazón latió con fuerza contra la mejilla de ella.
Lorraine, abandonándose a su increíble felicidad, tuvo la certidumbre de que él la amaba tanto como ella a él.

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