Al proteger a Caridad en su desesperada fuga, el único motivo que impulsaba al vizconde de Desford era el de evitar que una joven tan atractiva como ella sufriera daño alguno. Pero el licencioso galán se encuentra muy pronto en un atolladero, pues el taimado padre de Caridad y su tacaño abuelo le incordian de tal modo, que todos sus esfuerzos para ayudar a la joven le llevan sólo a nuevos aprietos y malentendidos. Incluso Henrietta Silverdale, amiga del vizconde desde niña, siente despertar sus suspicacias…
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